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Donde se relata cómo Virtudes se desahoga con Sara y una terrible confusión

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Virtudes salió de la habitación sin mirar hacia atrás y bajó las escaleras para llegar a la habitación de Sara; allí cogió las vasijas donde la perra tenía la comida y el agua y tras llenarlas, las subió a la habitación de la tercera planta. Sara se encontraba en la esquina opuesta al lugar que ocupaba el armario que de forma tan misteriosa se había quedado mirando y había colocado a los cachorros entre su propio cuerpo y la pared para mantenerlos a salvo de aquello que la inquietaba. Al ver a Virtudes con la comida y el agua comenzó a mover su cola. - ¡Sara, coge fuerzas que estos diablillos te van a exprimir! Eres afortunada de tenerlos; a este paso yo me quedo para vestir santos. ¡Ya ves! El chofer del señor me mira y yo le devuelvo las miradas. Siempre que viene le saco algo para picar; no imaginas como le gusta el salchichón. Pero no me invita a salir; salvo aquella vez en que me llevó al cine a ver una de guerra en la que había más casquería que en el matadero del pueblo. ¡A ver ...

Un beso de los de verdad

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Tras despedirse de su madre, Anita salió del comedor hasta su dormitorio a toda prisa; cogió la primera muñeca que le regaló su padre, que era su preferida y se sentó en la cama. - Pili,- dijo al trozo de plástico con forma humana,- me parece que papá ha hecho de nuevo algo que ha enfadado a mamá. Estoy asustada porque siempre las paga conmigo y no se da cuenta de que yo quiero que papá esté siempre con nosotras. Creo que le da envidia de que me quiera a mí más que a ella. Ahora voy a presentarte a los perritos de Sara; son muy bonitos, parecen ositos de peluche. ¡No te asustes! Yo les diré que eres mi amiga y que no te hagan daño. ¡Vamos! La niña de siete años se puso en pie de un salto y corrió hasta la habitación donde se encontraba la camada; miró a su muñeca Pili y le hizo un gesto para que guardara silencio, tal y como lo había hecho un rato antes Virtudes con ella. - Tenemos que estar en silencio porque son muy pequeñitos y necesitan dormir con su mamá...

La solución de Virtudes

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Tras retirar la mesa, Virtudes, Oscar y Angelines se sentaron a comer en la cocina. Como era costumbre, Angelines dio gracias a Dios por los alimentos que iban a disfrutar; los tres se persignaron y cogieron la cuchara para dar buena cuenta del plato de sopa que los llamaba con su aroma. - Virtudes, ahora es un buen momento para que me cuentes lo que tienes planeado. – Dijo sereno Oscar. - ¿Yo? ¿Algo planeado? - No te hagas la ingenua; ya soy mayorcito como para saber que cuando una mujer pone carita de ángel es que alguna idea ronda por su cabeza. – Dijo el anciano con una mirada cómplice en su esposa. - ¡Habla sin miedo hija! – Dijo Angelines. - ¡Está bien! Pero no se enfaden conmigo. Me dan mucha pena esos cachorritos; me recuerdan a mis hermanos y a mí cuando éramos pequeños. Cuando mi padre nos abandonó nos quedamos sin nada que echarnos a la boca. - ¡Ya! Se nota por el modo en que miras la comida cada día. – ...

Secretos

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La protagonista de nuestra historia descansaba acurrucada junto al vientre de su madre y en contacto con la piel de sus hermanos; juntos se daban calor y esa sensación de seguridad que hasta los seres más inocentes necesitan para poder dormir a pierna suelta; su vientre se encontraba lleno de leche y necesitaba descansar para recuperarse del trauma que supone el nacimiento: presiones que le empujaban hacía una salida incierta; los nervios de su madre y de sus hermanos; hasta llegar a tomar ese primer aliento de aire fresco que la situaría en ese tablero de ajedrez que es el mundo. Su primer recuerdo tras salir de la barriga de su madre sería el contacto de su lengua, húmeda y cálida, que con sus asperezas recorrió toda su piel para liberarla de la placenta que la había protegido hasta entonces y dejarla brillante; nunca olvidaría esa sensación ni ese acto de su madre, que lejos de separarla de ella, las uniría para siempre con un lazo invisible alimentado de olor, tacto y sentimiento...

Ternura e incertidumbre

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Virtudes se quitó el delantal; se ajustó la cofia y salió de la cocina seguida del mayordomo. Cuando llegó a la habitación, vio a Anita acariciando con mimo a su amiga Sara, la única que en esa casa de locos la trataba como a una persona normal, sin hacer distinciones por ser la hija de los dueños. Virtudes se puso nerviosa al ver a Anita y se paró de golpe bajo el dintel de la puerta sin atreverse a entrar. Oscar, de un empujón para hacerla entrar, hizo que reaccionara. Abrió el pequeño armario y sacó una manta vieja de color rosa que colocó en el suelo junto a Sara. Anita hizo ademán de levantarse para no molestar. - Puedes quedarte; lo haces muy bien. – Dijo Virtudes. - ¿De verdad? - Sí, Sara está nerviosa; va a ser madre y es la primera vez que le pasa. Además le duele mucho, por eso es bueno que tú la tranquilices con tus caricias. También puedes hablarle con voz muy suave para que se sienta bien. La niña sonrió y comenzó a contarle a Sara ...

Rabietas de una niña consentida

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De pelo corto y amarillento ; Sara, la elegante y mimada perra labrador retriever de la distinguida familia de los Berenguer, había pasado el último día inquieta; no dejaba de dar vueltas sobre sí misma y había mostrado una voracidad inusitada en ella. Recogió los jirones de tela vieja que le había dejado Luis, el cabeza de familia, convenientemente tirados por el suelo de su habitación; en varios paseos los llevó hasta el rincón que le pareció más seguro antes de recostarse sobre ellos. Ana, la hija de Luis o la odiosa princesita Berenguer, como la llamaba el servicio, observó sus movimientos en un intento de adivinar el nuevo juego que le proponía su perra; intentó tirar de su preciosa piel y hasta de sus orejas, pero en esta ocasión Sara no quería juego; necesitaba tranquilidad. Así que la niña avisó a su madre de que algo raro pasaba con su compañera de juegos. - ¡Mamá! ¡Mamá! Sara no quiere jugar y hace cosas muy raras. - ¿Qué le sucede? – Preguntó la madre...

¡Campeones del mundo!... ¿Y ahora qué?

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Día de la gran final; la esperada por muchas generaciones de españoles amantes y no amantes del fútbol; el lugar donde residían sueños y esperanzas; el tiempo de olvidarnos del paro, la crisis y nuestro incompetente gobierno que había tomado una sabia decisión, el presidente no debía acudirá la final para no gafar los sueños y esperanzas de toda una nación. Los españoles teníamos depositadas nuestras ilusiones en las manos de unos malabaristas del balón que no olvidan poner todo el corazón que siempre nos ha caracterizado; una nueva generación de deportistas con clase para dar y tomar que combinan a la perfección calidad y capacidad de sufrimiento; una generación de deportistas que estuvo representada en el estadio por dos de nuestras mayores figuras: Pau Gasol y Rafa Nadal; una generación de gente modesta que sabe que para conseguir grandes logros hay que saber sufrir con modestia y que hay que pelear con inteligencia; todo lo que falta a nuestros políticos. Si algo debemos aprende...