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Mostrando entradas de julio, 2010

Secretos

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La protagonista de nuestra historia descansaba acurrucada junto al vientre de su madre y en contacto con la piel de sus hermanos; juntos se daban calor y esa sensación de seguridad que hasta los seres más inocentes necesitan para poder dormir a pierna suelta; su vientre se encontraba lleno de leche y necesitaba descansar para recuperarse del trauma que supone el nacimiento: presiones que le empujaban hacía una salida incierta; los nervios de su madre y de sus hermanos; hasta llegar a tomar ese primer aliento de aire fresco que la situaría en ese tablero de ajedrez que es el mundo. Su primer recuerdo tras salir de la barriga de su madre sería el contacto de su lengua, húmeda y cálida, que con sus asperezas recorrió toda su piel para liberarla de la placenta que la había protegido hasta entonces y dejarla brillante; nunca olvidaría esa sensación ni ese acto de su madre, que lejos de separarla de ella, las uniría para siempre con un lazo invisible alimentado de olor, tacto y sentimiento

Ternura e incertidumbre

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Virtudes se quitó el delantal; se ajustó la cofia y salió de la cocina seguida del mayordomo. Cuando llegó a la habitación, vio a Anita acariciando con mimo a su amiga Sara, la única que en esa casa de locos la trataba como a una persona normal, sin hacer distinciones por ser la hija de los dueños. Virtudes se puso nerviosa al ver a Anita y se paró de golpe bajo el dintel de la puerta sin atreverse a entrar. Oscar, de un empujón para hacerla entrar, hizo que reaccionara. Abrió el pequeño armario y sacó una manta vieja de color rosa que colocó en el suelo junto a Sara. Anita hizo ademán de levantarse para no molestar. - Puedes quedarte; lo haces muy bien. – Dijo Virtudes. - ¿De verdad? - Sí, Sara está nerviosa; va a ser madre y es la primera vez que le pasa. Además le duele mucho, por eso es bueno que tú la tranquilices con tus caricias. También puedes hablarle con voz muy suave para que se sienta bien. La niña sonrió y comenzó a contarle a Sara

Rabietas de una niña consentida

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De pelo corto y amarillento ; Sara, la elegante y mimada perra labrador retriever de la distinguida familia de los Berenguer, había pasado el último día inquieta; no dejaba de dar vueltas sobre sí misma y había mostrado una voracidad inusitada en ella. Recogió los jirones de tela vieja que le había dejado Luis, el cabeza de familia, convenientemente tirados por el suelo de su habitación; en varios paseos los llevó hasta el rincón que le pareció más seguro antes de recostarse sobre ellos. Ana, la hija de Luis o la odiosa princesita Berenguer, como la llamaba el servicio, observó sus movimientos en un intento de adivinar el nuevo juego que le proponía su perra; intentó tirar de su preciosa piel y hasta de sus orejas, pero en esta ocasión Sara no quería juego; necesitaba tranquilidad. Así que la niña avisó a su madre de que algo raro pasaba con su compañera de juegos. - ¡Mamá! ¡Mamá! Sara no quiere jugar y hace cosas muy raras. - ¿Qué le sucede? – Preguntó la madre

¡Campeones del mundo!... ¿Y ahora qué?

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Día de la gran final; la esperada por muchas generaciones de españoles amantes y no amantes del fútbol; el lugar donde residían sueños y esperanzas; el tiempo de olvidarnos del paro, la crisis y nuestro incompetente gobierno que había tomado una sabia decisión, el presidente no debía acudirá la final para no gafar los sueños y esperanzas de toda una nación. Los españoles teníamos depositadas nuestras ilusiones en las manos de unos malabaristas del balón que no olvidan poner todo el corazón que siempre nos ha caracterizado; una nueva generación de deportistas con clase para dar y tomar que combinan a la perfección calidad y capacidad de sufrimiento; una generación de deportistas que estuvo representada en el estadio por dos de nuestras mayores figuras: Pau Gasol y Rafa Nadal; una generación de gente modesta que sabe que para conseguir grandes logros hay que saber sufrir con modestia y que hay que pelear con inteligencia; todo lo que falta a nuestros políticos. Si algo debemos aprende