Atrás quedaron las noches en vela en la que culpaba a la luna de un insomnio fruto de tus desprecios; los esfuerzos por estar a la altura de la imagen que creí ver en ti; y las conversaciones en las que la única verdad eran tus complejos de niña gorda con máscara botulínica: pefecta imagen de su doble vida en la que te ahoga la mentira. Te perdoné y me fallaste. Tonto de mí por querer creer en que mantendrías tu palabra. Optaste por la jaula del sometimiento y la vergüenza de un amante feo al que te unen la chulería y el gusto por la mentira. Espero equivocarme y que no hayas destrozado por completo tu vida. Quise creer en la niña que necesitaba un abrazo sin darme cuenta de que no sabes abrazar.