La vida se abre paso en todas las direcciones

(Fotografía de Diego Eidelman) El niño, enfadado, buscó a su abuelo y lo encontró en el parque, sentado en un banco de madera desgastada y lleno de mensajes hechos a navaja, que hacían referencia al amor que sintió M. por Azucena en el 94; al que sintió por Belén en el 96; y el que parecía definitivo, en el que ya escribió su nombre completo, Manolo, un gran corazón atravesado por una flecha y el nombre de Carmen. Desconozco si los tachones con los que intentaron borrar la historia sentimental de Manolo y la del propio banco, los habría hecho Carmen o un amor posterior. El abuelo, que hacía un rato había dejado el periódico a su lado tras haberlo leído, se preocupó al ver la expresión de su nieto, pues sabía el carácter tan complicado que tenía, ya que era el suyo mismo: lleno de inseguridades que hacían que reaccionara, incluso con violencia, ante la menor broma; con una timidez extrema que lo bloqueaba hasta hacerlo llorar por impotencia; pero con un gran ...