Y tú desde la azotea mirabas la misma luna

  Y tú desde la azotea mirabas la misma luna

 

Y tú desde la azotea mirabas la misma luna a la hora de los recuerdos rotos del coronavirus. 

Campanas y aplausos despiertan el monólogo del silencio en la hora de la reunión de sonrisas y saludos con caras de vecinos de quienes no conoces el nombre: la señora mayor en bata del pelo blanco con un gato tricolor que se asoma a la ventana; el niño rubio de enormes pulmones que ahuyenta al virus con su vuvucela azul; la chica solitaria del balcón de la esquina que practica zumba a las diez de la mañana y come un trozo de bizcocho a las seis de la tarde asomada a la ventana de su cocina; el señor serio del cuarto piso al que se le escapa alguna sonrisa al ver soplar la vuvucela al niño de gran pulmón; los estudiantes del tercero que sacan el altavoz y saltan mientras suena una canción. Seres atrapados en una realidad que no imaginaron, en un paréntesis de sus vidas que los conduce a una realidad que produce vértigo.

Asomado a mi balcón contemplo la luna a través del visor de la cámara de fotos y observo aves que ejecutan una danza ritual en su honor: Decido esperar, paciente, una imagen que me sirva de faro para no encallar y quedar atrapado en esta playa sin mar en la que la niebla impide ver el sol. Espero. Sigo con atención el vaivén de las aves en busca de un patrón que no existe más que en mi deseo de despejar el enigma de esta ecuación. Bajo la cámara y me giro para hacer una foto de la puesta de sol y antes de volver al interior de la monotonía vuelvo a apuntar con mi objetivo a la luna: Está preciosa, acariciada por unas sutiles nubes aterciopeladas. La luz comienza a apagarse y aprieto el disparador: cinco aves señalan al futuro, en la luna una pareja vuela sonidos de amor. Es entonces cuando miro a la luna sin la máscara del visor de la cámara apoyado en la barandilla de mi balcón y pienso que tú, desde la azotea mirabas la misma luna.

José Luis López Recio