El agua corría clara por los ríos y acequias de mi infancia

El agua corría clara por los ríos y acequias de mi infancia

Se escucha el agua que cae entre las rocas de la montaña tras haber disfrutado de un instante de paz. El río valora los silencios; se para a escuchar el sonido de las hojas de los árboles mecidas por el viento y las pisadas de este aprendiz de demasiadas cosas que camina con botas de agua en busca de un lugar donde plantar el trípode e intentar hacer un retrato del Aguas Blancas, capaz de reflejar su carácter bravío y montaraz. Con los pies hundidos en el fango y un frescor muy agradable intento concentrarme en la fotografía que deseo tomar. A punto de resbalar y caer en un par de ocasiones, me agarro a los arbustos y a las ramas bajas de los árboles. 

Mi proceso para hacer una fotografía pasa por encontrar algo que me transmita algún recuerdo o emoción que usaré en el texto con el que acompañaré a la misma. Será cosa de los años de este señor de mediana edad en el que me he convertido, que cada vez con más frecuencia acuden recuerdos de mi niñez y de historias escuchadas durante la misma. 

Mi infancia fue la de un niño de pueblo en una época en la que podíamos pasar las tardes enteras en la calle con un balón de plástico o uno más parecido a los de baloncesto que te obligaba a rascarte cuando recibías un balonazo. Nos atrevíamos a realizar expediciones en mitad de los olivos o por las acequias de la vega en busca de aventuras. Construíamos chozas que eran nuestro campamento y retábamos a niños de otros barrios a batallas en las que los palos de tabaco hacían las veces de espadas. 

Imaginación y amigos son los mejores juguetes que puede tener un niño para despertar su creatividad.

Aprendí a cuidar de los míos y no permitir que nadie se metiera con ellos; a sentirme parte de un grupo donde sentirme arropado. Allí conté mis primeras historias de realidad fabulada y aprendía a captar su atención con las palabras. En los deportes siempre tuve más voluntad que destreza, me llamaban mucho más la conversación y la lectura.

Eran buenos tiempos en los que no me preocupaban el futuro ni algo tan cursi como el amor. El agua corría clara por los ríos y acequias de mi niñez.

Cada vez que me adentro en la fotografía de naturaleza me acerco a esa infancia tan pura que tuve la suerte de vivir en mi pueblo. 

Fotografía de José Luis López Recio
(Aguas Blancas, Dúdar, Granada)