Hay puertas destinadas a ser pared
Hay puertas que nunca llegamos a ver abiertas. Las
recordamos cerradas desde la primera ocasión en que pasamos junto a ellas, que
además suele coincidir que lo hicimos por casualidad; un desvío en busca de
algún otro sitio y te la encuentras. La miras sin prestar atención, pero de
pronto se convierte en sitio de paso habitual y cada día la miras y la ves
cerrada. Pasado un tiempo, pierdes la timidez y te acercas a ella y la empujas
sin resultado alguno; repites la acción cada cierto tiempo y siempre te
encuentras con el mismo resultado. Y es inevitable preguntar:
¿Hay puertas destinadas a ser pared?
La respuesta es afirmativa, pero tardas en comprenderlo y
hasta que no lo haces vuelves a empujarla una y otra vez; la golpeas de modos
diferentes esperando que se abra; gritas aquello de "Ábrete, Sésamo";
pero nunca encontrarás la respuesta que esperas. Pues hay puertas que nacieron
para ser pared y las paredes son sordas y no entienden de empatía.
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