Esta frase latina que da título al blog que hoy me dispongo a inaugurar, nos fue repetida unas cuantas veces durante el curso por el que sin lugar a dudas ha sido uno de los mejores profesores que he tenido el gusto de tener, disfrutar y por qué no decirlo, sufrir. Ha llovido mucho desde entonces, aunque no tanto como debiera a tenor del nivel de los pantanos. Cursaba yo tercero de B.U.P, y ese año, en ese grupo se dio una conjunción de personas que lo convirtió en excepcional. Había un grupo humano de gran valía, tanto entre los alumnos como entre los profesores. Se trataba de un grupo de letras en el que fuimos compañeros y también amigos. Recuerdo a mi amigo Jorge, a los dos Álvaros, a José Cantero, a Jesús, a Irene, Tiscar y su personalidad desbordante, Carmen, Yiye, como no, mi hermana Virginia y muchos más a los que no he olvidado. Entre los profesores recuerdo esas lecturas del libro de mitología por parte de doña Blanca, las clases de sexualidad del profe de Filosofía, que eran...
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