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Mostrando entradas de mayo, 2020

Es tiempo de responsabilidad individual

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Este cambio de fase poco afecta a mi vida austera de trabajador afectado por un ERTE que no ha ingresado ni un céntimo desde primeros de marzo. Entiendo que la sociedad no puede seguir paralizada a la espera de una vacuna que todavía no existe.  Estamos atrapados en una casa que se hundirá en mitad de una ola gigantesca en la que se acaban el agua potable y la comida: salir asusta pero no hacerlo es un suicidio. Hay miedo. Es tiempo de responsabilidad individual. Del Gobierno hace tiempo que no me fío, casi todo lo ha hecho mal y nos ha arruinado con compras de material inservible a empresas fantasma, nos ha privado de libertad y su prioridad ha sido salvar el culo y perseguir a quienes se han atrevido a discrepar. Hay miedo por no ver miedo en las calles. Desde los principales medios de comunicación, aquellos que en gran medida dependen de publicidad institucional (la que paga el Gobierno) nos han mostrado una vida de color de rosa, de aplausos, música y héroes y nos han ocultado la r

El síndrome de La vida es bella

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El síndrome de La vida es bella   Recordamos la banda sonora que compuso Nicola Piovani para la película "La vida es bella" (1997), basada en una historia real y plasmada en el libro "Así derroté a Hitler", con la que Roberto Benigni se hizo internacionalmente conocido en la ceremonia de los Oscar de 1998 al obtener las estatuillas a mejor actor, mejor película extranjera y mejor banda sonora. "La vida es bella" se localiza en la Italia ocupada por los nazis. Guido, el personaje protagonista que interpreta Benigni, tras vivir una preciosa historia de amor de la que nunca podremos olvidar aquella frase de —Buenos días, princesa—, con la que conquistó a Dora (Nicoletta Braschi), se casan y tienen un hijo. En 1945, seis años después, son hechos prisioneros por ser judios y encerrados en un campo de concentración. El ingenioso padre de familia idea un juego para que su hijo se mantenga al margen de la terrible realidad del Holocausto. Le cuenta que se tr

Y tú desde la azotea mirabas la misma luna

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  Y tú desde la azotea mirabas la misma luna   Y tú desde la azotea mirabas la misma luna a la hora de los recuerdos rotos del coronavirus.  Campanas y aplausos despiertan el monólogo del silencio en la hora de la reunión de sonrisas y saludos con caras de vecinos de quienes no conoces el nombre: la señora mayor en bata del pelo blanco con un gato tricolor que se asoma a la ventana; el niño rubio de enormes pulmones que ahuyenta al virus con su vuvucela azul; la chica solitaria del balcón de la esquina que practica zumba a las diez de la mañana y come un trozo de bizcocho a las seis de la tarde asomada a la ventana de su cocina; el señor serio del cuarto piso al que se le escapa alguna sonrisa al ver soplar la vuvucela al niño de gran pulmón; los estudiantes del tercero que sacan el altavoz y saltan mientras suena una canción. Seres atrapados en una realidad que no imaginaron, en un paréntesis de sus vidas que los conduce a una realidad que produce vértigo. Asomado a mi balcón contemp