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Mostrando entradas de febrero, 2011

En el que llegan a la finca de la sierra

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Pasaron los kilómetros de autovía entre largos silencios; el juego de contar los números de las matrículas de los coches; el juego del veo veo; y destrozando canciones infantiles a voz en grito. Llegaron hasta el desvío hacia la carretera nacional y cambió el paisaje. Comenzaron a adentrarse en la montaña en la que se encontraba la finca de los Berenguer. Pese al frío, Nacho bajó un par de centímetros el cristal de su ventana. Le encantaba el olor a pino, a tomillo; a sierra. Allí había vivido los momentos más felices de su infancia; siempre fue el lugar al que iba para despejarse y para ser libre; el lugar donde acudía para refugiarse de la responsabilidad que suponía ser un Berenguer. Allí aprendió a cazar y a pescar junto a su padre. Pasados unos kilómetros, entraron en un camino flanqueado por un cartelito que indicaba que entraban en un coto de caza. Anita bajó del todo el cristal de su ventana; para ella era un día de fiesta; desde que era un bebé se emocionaba al llegar al camin

En el que Nacho decide pasar más tiempo con su hija

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Ante la pregunta de su padre, la niña se quedó muda; era consciente de que no debía haberle dicho nada al padre, pues así se lo había prometido a Virtudes; lo último que deseaba era poner en riesgo a la camada recién nacida, a esos vástagos de Sara a los que tanto adoraba. Por primera vez en su vida, sentía que alguien la necesitaba; se sentía realmente útil. Pero no podía engañar a su padre, al menos no del todo. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo salvar a los cachorros de que su padre los echara de casa sin mentirle? Era realmente complicado. Entonces recordó las medias verdades en las que en alguna ocasión había pillado al padre; asimismo recordó las mentiras de su madre. ¿Por qué estilo de mentira definirse? De ese modo se le ocurrió hacer algo tan femenino como tapar una mentira con otra más grande. - ¡No seas tan bromista papá! Los invitados se van a ofender. Nacho quedó totalmente descolocado; con un rápido barrido visual recorrió toda la habitación, pero no vio a nadie. Trató de hacer mem

En el que Nacho disfruta de un buen desayuno con su hija

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A Oscar, siempre tan correcto en todo, se le descompuso la cara al escuchar las palabras de su señor. Para ganar algo de tiempo y con la esperanza de que se le ocurriera una buena historia con la que salir del lío en el que se había metido; tomó el puro de la caja; se lo llevó a la nariz; lo calentó con el encendedor y finalmente lo encendió. Dios tres caladas pequeñas con las que encenderlo correctamente; y finalmente, expulsó el humo. - Señor, le aseguro que no tenemos ningún invitado nuevo. - Oscar, ahora estamos los dos solos; llámame Nacho. - ¡Claro! Nacho, no ha venido nadie a la casa. - No es lo que tengo entendido. - Nacho, de verdad; no hay nadie. - En caso de no haber nadie, ¿me puedes explicar por qué te has puesto tan nervioso? - ¿Yo nervioso? ¡Para nada! - ¿Acaso intentas convencerme de que siempre que enciendes un puro lo haces por la boquilla? ¡Hombre! ¡Que casi te dejas los pulmones para lograr encenderlo! – Dijo el señor de la casa con una sonrisa. - Nacho, puedo prome

Mi pequeño girasol

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Cuando el día parecía que no podía empeorar más, un grito alarmó a toda la fábrica: Pedro Herrero, en un descuido mientras contaba el truco que había usado para salvarse del despido, dejó una llave inglesa sobre uno de los telares, con tan mala fortuna que la misma siguió su camino hasta el sitio donde trabajaba Mercedes Prieto, quien al ver que la llave inglesa atrancaría toda la maquinaria, intentó cogerla tropezando sobre el telar, de modo que su mano derecha quedó atrancada entre los rodillos de la maquinaria. Acudí rápido en su ayuda. Mandé parar la máquina de un grito, pero con todo el ruido tardaron en escucharme. La mano de Merdeces estaba atrapada y no había forma de sacarla. La mirábamos asustados sin saber reaccionar. Tu abuelo llamó a la ambulancia desde la oficina. Fue entonces, que sucedió que José Calvente, el hombre al que acababa de despedir, llegó con su caja de herramientas; y nadie se explica muy bien cómo, logró sacar la mano malherida de Mercedes, de los rodillos

En el que comienza la historia del día en que nació Anita

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La niña de ocho años se fundió en un enorme abrazo con su padre, quien comenzó a dar vueltas sobre sí mismo con su hija en brazos. A Anita le encantaba que hiciera eso; le hacía sentirse libre, notar sus piernas cortar el aire le producía una sensación parecida a volar, al mismo tiempo que se sentía protegida y segura agarrada con fuerza al cuello de su padre. - ¡ Qué ganas tenía de abrazar a mi pequeño girasol! – Exclamó el señor de la casa. - ¡Más papi, más! ¡Más rápido! - ¡Tiempo muerto! Que me marearé y rodaremos los dos por el suelo. Tras decirlo, comenzó a hacerse el mareado con aspavientos muy exagerados, y se dejó caer de golpe sobre la cama con Anita en brazos. Entonces, sus manos comenzaron a hacer cosquillas a la niña, que no dejaba de reír y dar gritos. Virtudes, no dejaba de contemplar la entrañable escena mientras daba gracias a Dios por la buena fortuna de Anita. En el momento en que el señor se hizo el mareado, recordó mome