Age quod agis

Era el segundo año que Abdel pasaba en Granada con la familia de Ana. Sus dos hijos: Ramón, de seis años y María, de cinco, la misma edad que Abdel, habían aprendido el verano anterior a compartir los juguetes con su nuevo amigo. Al principio hubo muchos roces; Ramón se mostraba algo celoso de los mimos y atenciones que recibía Abdel, y se vengaba sin dejarle jugar con sus juguetes e ignorándolo por completo. Abdel encontró rápidamente refugio en la amabilidad de María, una niña rubia y de piel muy clara con la que pasaba las tardes enteras jugando a tomar el té; a ir de compras; poner la mesa y con la se sentía de maravilla. Junto a ella aprendió a nadar en la piscina de la casa; Ana les daba unos fideos a los que ellos se cogían y competían por ver quien daba las patadas al agua a más velocidad. María, por su parte, aprendió a no necesitar el último modelo de la Barbie para jugar; su amigo/hermano le enseñó a hacer sombras en la pared; a volar montada en el cepillo viejo que Ana

No me voy a ningún lugar, tampoco voy a dejar de publicar cosas en el blog. Se trata del nombre del premio que Balovega me ha concedido. Desde aquí le doy las gracias y lo dejo para que lo tome todo aquel que quiera tenerlo. Es un honor haber recibido este reconocimiento de una bloguera tan prolífica y con tanta calidad en sus publicaciones.