La melancolía de Venus
En
el sueño del que acabo de despertar veía el mar tras mucho tiempo sin hacerlo. Me encontraba algo apesadumbrado por la preocupación que me provocan los problemas de salud, falta
de trabajo e infelicidad de algunas
personas que me son muy cercanas. Sin pensarlo dos veces corrí hasta el agua y
me sumergí por completo en el mar; nadé con ganas durante un buen espacio de
tiempo, lo hacía sin rumbo fijo, con una rabia que se difuminaba con cada
brazada. Cuando por fin me sentí más relajado decidí bucear y me quedé
maravillado con la gran belleza que nos ofrece el fondo marino. Tras una roca
vislumbré a lo lejos una estatua de mármol que representaba a la diosa Venus; tras subir a la superficie para tomar oxígeno
volví hasta la Venus para examinarla con mayor detenimiento: le faltaba una
mano y en su mirada, la diosa del Amor reflejaba una enorme melancolía —así es
el Amor— me dije al verla. A un par de metros de distancia llamó mi atención
algo que brillaba, era una varita mágica y al cogerla me di cuenta de que
estaba unida a la mano de la Venus que acababa de encontrar; para verla
completa, la coloqué en el sitio que le
correspondía en la marmórea figura y esta tomó vida. Me miró con sus ojos llenos
de melancolía y me sonrió para a continuación comenzar a hablarme con una dulce
voz de anciana que habla con calma y reposo.
—Gracias
por devolverme el brazo, pero fui yo quien lo dejó ir cuando el mundo no era
tal y como lo conoces.
—Pero,
tú eres una diosa, deberías estar en el Olimpo comiendo de una fuente repleta
de ambrosía mientras escuchas el sonido embriagador de un arpa.
—Es
muy duro ser una diosa. Zeus me castigó, me dio esta varita mágica con la que
puedo cumplir los deseos de las personas.
—¿Qué
tiene de castigo poder realizar los deseos de la gente? —Pregunté extrañado por
su pesar.
—La
varita mágica solo tiene capacidad para realizar un número limitado de deseos.
Es una gran carga decidir a quién ayudas y a quién ignoras. Si ayudo a una
persona, las miradas tristes, llenas de dolor e infelicidad de otros muchos
millones de seres parecen señalarme. Por esa razón decidí abandonar el mundo
oculta en este lugar en el que me has encontrado. Ahora te voy a hacer una
pregunta y te recomiendo que medites muy bien tu respuesta. ¿Quieres quedarte
con la varita mágica?
Comentarios
Publicar un comentario